Y pensar "'¡Qué demonios!" antes del primer beso, que pudo haber sido el último primer beso.
Notar esa sensación en alguna parte del estómago, la sonrisa tonta todo el día puesta y no quitársela ni para ir a dormir.
Y que todo lo que digas no tenga ningún sentido excepto para una persona.
Esa persona.
Puede que el amor sea eso: una sucesión de palabras y acciones sin un sentido aparente para el resto del mundo,
pero con un mundo de significados y sentimientos para dos personas.
domingo, 27 de enero de 2013
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Manchas de tinta